lunes, 29 de septiembre de 2008

Tlatelolco, día 55. Y también Canoa

El sábado 14 de septiembre, el oficial mayor de la Secretaría de Gobernación respondió al escrito del CNH (particularmente a Marcelino Perelló), que éste había dirigido a Díaz Ordaz el 10 de septiembre: “El diálogo puede legalmente realizarse en términos del propio mandato constitucional, si a las peticiones escritas y a los acuerdos, también escritos, que dicten las autoridades, se les da difusión pública”. Y concluye, refiriéndose a la celebración de los Juegos Olímpicos: “Para el caso de que su intención sea amenazar con actos que tiendan a impedirlos o estorbarlos, le reitero la decisión del Gobierno de hacer uso de los recursos legales para que puedan efectuarse normalmente los Juegos”.
Barros Sierra hace un llamado al retorno a la normalidad “en la vida de nuestra casa de estudios. Mas, para evitar graves peligros a la Universidad, ello no debe lograrse por la imposición de unos grupos sobre de otros, y menos aún con métodos violentos.
“La Universidad superará sus problemas actuales por los únicos medios que deben usarse y prevalecer en ella: la razón, el consenso de la mayoría y el respeto que nos debemos como miembros de una comunidad educativa”.
El CNH responde que: “1) Evidentemente la posición del Rector está condicionada por presiones de que ha sido objeto por parte de las Autoridades Federales. 2) Los estudiantes hemos decidido seguir en huelga hasta que sea resuelto nuestro pliego petitorio. 3) La huelga estudiantil constituye el centro de nuestro movimiento y la forma de presión más efectiva con que contamos. 4) Consideramos positivos los párrafos del llamado del Rector, en los que denuncia la intromisión de manos extrañas gobiernistas. 5) Los estudiantes universitarios denunciamos y rechazamos las presiones a las que se somete a las autoridades de nuestra máxima casa de estudios”.
Mientras tanto, lejos de la ciudad de México, cinco jóvenes empleados de la Universidad Autónoma de Puebla deciden aprovechar el puente e ir a escalar el volcán La Malinche. El mal tiempo no les permite ascender y tienen que pasar la noche en el pueblo de San Miguel Canoa, en las faldas del volcán. Por incitación del sacerdote católico del lugar, los jóvenes trabajadores son tomados por agitadores y el pueblo, convencido por el rumor de que los comunistas quieren poner una bandera rojinegra en la iglesia, los lincha.

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