domingo, 28 de septiembre de 2008

Tlatelolco, día 11

El jueves 1 de agosto, en las primeras horas de la tarde llegan a Ciudad Universitaria los contingentes que participarán en la manifestación. Se había planeado que ésta llegara hasta el Zócalo, por Insurgentes, Reforma y avenida Juárez, pero durante el día hubo gran despliegue militar y policiaco en las colonias Nápoles y Del Valle y en Insurgentes. Se sabe que estos movimientos tienen la misión de impedir que la manifestación se salga de la ruta permitida, por Insurgentes hasta Félix Cuevas, y de allí de vuelta a CU por las avenidas Coyoacán y Universidad.
En el parte militar, recientemente publicado en Partes de guerra, se indica que, a petición del regente y del secretario de Gobernación, “fueron establecidas tropas aproximadamente a un kilómetro del área del recorrido” de la manifestación, encabezada por el rector, con la misión de impedir que los estudiantes “prolonguen su manifestación hasta el Palacio Nacional, disolviéndola entre las calles de Parroquia y Perpetua” si abandona la ruta.
Antes de iniciar la marcha, Barros Sierra comunica a los contingentes el trayecto de la manifestación y pronuncia un discurso: “Quiero decir que confío en que todos sepan hacer honor al compromiso que han contraído. Necesitamos demostrar al pueblo de México que somos una comunidad responsable, que merecemos la autonomía, pero no sólo será la defensa de la autonomía la bandera nuestra en esta expresión pública; será también la demanda, la exigencia por la libertad de nuestros compañeros presos, la cesación de las represiones. Será también para nosotros un motivo de satisfacción y orgullo que estudiantes y maestros del Instituto Politécnico Nacional, codo con codo, como hermanos nuestros, nos acompañen en esta manifestación. Bienvenidos. Sin ánimo de exagerar, podemos decir que se juegan en esta jornada no sólo los destinos de la Universidad y el Politécnico, sino las causas más importantes, más entrañables para el pueblo de México. En la medida en que sepamos demostrar que podemos actuar con energía, pero siempre dentro del marco de la ley, tantas veces violada, pero no por nosotros, afianzaremos no sólo la autonomía y las libertades de nuestras casas de estudios superiores, sino que contribuiremos fundamentalmente a las causas libertarias de México. Vamos, pues, compañeros, a expresarnos...”
La marcha empieza a las cuatro y media de la tarde en la explanada de la Rectoría. El rector va a la cabeza, seguido por funcionarios, profesores, estudiantes universitarios, chapingueros, politécnicos y normalistas (se calcula que la asistencia fue de más de cien mil personas).
La manifestación se realiza en perfecto orden por Insurgentes hasta Félix Cuevas y retorna a CU por avenida Universidad. En el Parque Hundido, en la Glorieta de los Deportes, en las calles de Nueva York y Kansas, Eugenia e Insurgentes Sur y en otras confluencias, hay tanques con ametralladoras giratorias y convoyes militares, además de agentes de tránsito, motociclistas y patrullas. Decenas de soldados, algunos sólo con fusil y otros, además, con bayoneta calada, esperan “la llegada de los manifestantes, para no dejarlos pasar”.
Al retornar a CU, el rector vuelve a hablar: “Nuestra lucha no termina con esta demostración. Continuaremos luchando por los estudiantes presos, contra la represión y por la libertad de la educación en México”; insiste en que la lucha por los estudiantes presos se hará extensiva a los alumnos del Poli. Al concluir la intervención del rector, se guarda un minuto de silencio en memoria de los mártires del 26 de julio y, en seguida, se canta el Himno Nacional.
En Guadalajara, Díaz Ordaz habla en una comida con banqueros e industriales: “Una mano está tendida... Los mexicanos dirán si esa mano se queda tendida en el aire o bien esa mano... se ve acompañada por millones de manos que, entre todos, quieren restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias... Estoy entre los mexicanos a quienes más les ha herido y lacerado la pérdida transitoria de la tranquilidad en la capital de nuestro país por algaradas en el fondo sin importancia. A mí me ha dolido en lo más intenso del alma que se hayan suscitado esos deplorables y bochornosos acontecimientos”.
Los profesores del Poli celebran una asamblea, convocada por la Asociación de Profesores de la Escuela Superior de Ciencias Biológicas y la delegación de la Sección X del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, del Politécnico. Al acto asisten estudiantes y el director general, Guillermo Massieu. En la asamblea se acuerda crear un organismo que coordine las actividades de los profesores de la UNAM y del Poli en torno al movimiento estudiantil, y que oriente al pueblo mexicano para contrarrestar la propaganda en la prensa contra el movimiento; se aprueba por unanimidad pedir la destitución de los jefes policiacos y funcionarios que avalaron con sus declaraciones y actitudes la intervención de las fuerzas de seguridad pública; se propone publicar un documento de protesta por la agresión arbitraria de la que han sido objeto los estudiantes de la UNAM y el IPN y la forma en que se ha desvirtuado el movimiento. Al final, se resuelve exigir: 1) respeto a las libertades democráticas; 2) libertad a los estudiantes, profesores y ciudadanos que fueron aprehendidos a partir del 26 de julio; 3) derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal; 4) destitución de las autoridades responsables de los violentos actos ocurridos; 5) desaparición del Cuerpo de Granaderos y la no creación en el futuro de organismos similares; y 6) indemnización a las familias de los estudiantes agredidos.
Massieu expresa que está “emocional y espiritualmente con los estudiantes agredidos” y con las personas que están justamente indignadas por los lamentables acontecimientos y por el allanamiento de los planteles escolares.
Este día, en las asambleas realizadas en varias escuelas del Poli y la UNAM, circuló un volante en el que Genaro Vázquez Rojas, el guerrillero mítico que dirigía la Asociación Cívica Guerrerense, saludaba al movimiento estudiantil. Sin embargo, la mayoría de los estudiantes puso en duda la veracidad de ese documento y, antes bien, se pensó que era una maniobra oficial que pretendía vincular un movimiento pacífico con otro, armado y clandestino.

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